lunes, 11 de enero de 2010

Kumiko tercera parte.




La tarde del sábado se ha dejado ir, llega la noche, y es cuando la soledad y tu ausencia me desespera, suena mi celular, tengo miedo, al mismo tiempo quiero decirte ¡ERES MI CANCIÓN FAVORITA! Te extraño. Pero no contesto, siento que no me dirás nada, que solo aumento tu confusión, se que me quieres, piensas en mi, la usencia de mis brazos, mis besos, mi seguridad y mi pasión las necesitas.
Me encuentro en el cuarto cigarrillo del insomnio.
La usencia de tu cuerpo recostado sobre la cama donde nuestros cuerpos eran perfectos y libres.
La ausencia de rosar con mi mano tu pelo, tus caderas, después de haber hecho el amor con virtuosismo, solo tengo el recuerdo de tu ausencia…..

Que triste luce todo sin ti, los mares de las playas se van, se tiñen los colores de gris. Hoy todo es soledad.
Apago la luz. Bailamos al compás de una balada. Nos besamos. Sensualidad, hipnosis. Nuestros cuerpos dialogan con la noche; pétalos que suspiran sobre tu cuerpo. Pronuncio tu nombre en silencio. Pronuncias el mío en quietud. Jugamos a Lolita y Humbert. Una copa, un cigarrillo. Sombras. Nuestros temperamentos hiperactivos, relajados. Enciendo la lámpara. El espejo ¿Borges en la habitación? Baño tu cuerpo de Brandy, cubres el mío de yogurt.
Leche y vino. Las sábanas gimen de placer. Te leo un cuento; otra copa de vino, otro cigarrillo. Felipe se quedó dormido. Un naipe: prenda por prenda. Alguien llama a la puerta. Lucia en un plan de ménage a trois. Denegamos la propuesta. Ahora soy tu psicoanalista. Cuéntame tus fantasías, no te reprimas. Correcto, una paleta bambino en tu clítoris. Orgasmo. Chupo el helado hasta que se derrite en mis labios. Otra copa. El reloj: tic- tac, tic-tac. De nuevo, la entrega, fantasías. Apago la luz.

Quisiera gritarte que vuelvas conmigo, que si aun estoy vivo solo es para amarte.
Yo soy esa palabra que tú nunca dijiste, que se quedo guardada, que se quedo tan triste.

Nuestras pieles tiemblan sin control por el tabú existente dentro de la recóndita alma del cuerpo. Me es difícil, no puedo, controlar aquella lluvia de besos la cual descargo sobre tu piel morena y lozana en la penumbrosa habitación donde nos hallamos, y caemos en silencios reconfortables, donde tu fragancia me baña.
El sol apenas es un grano de arena cuyo resplandor jamás se interpondrá en lo que siento por ti. No sé que sientes por mí (empero si lo se y lo siento). No obstante, es en esos breves instantes de algarabía cuando me transformo de un hidalgo senil a un juglar jovial quien toca la más hermosa rapsodia de cuyo conocimiento intuye aquel sentimiento compartido. Cuan poco me importa la vejes, el sufrimiento y la alegría. Sólo sé quien me importa eres tú.

Soy un hombre sensato que te puede y quiere querer y amar como un loco, apasionado y desenfrenado; pero nunca como un necio obsesionado.

Kumiko: La confusión incrementa, ahora yo dormiré. ¡UNA ROSA ME OBSERVA!


Gsus.

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