domingo, 23 de marzo de 2008

El Aspartame ¿Un dulce y peligroso sabor?

Una lata de refresco contiene 330 mililitros. Si una persona toma un promedio de dos diarias corresponde a casi tres litros semanales, que equivalen a un aproximado de 240000 litros anuales. Si el aspartame causa las numerosas dolencias que algunos denuncian, entonces podría estar en peligro la salud de millones de personas alrededor del mundo, que consumen productos cuyos ingredientes contienen este sustituto del azúcar.

El aspartame salió a la luz pública en 1965 gracias a James Schlatter, un investigador de G.D. Searle & Company, pero irónicamente fue hace pocos años que surgieron opiniones encontradas entorno al tema.

Schlatter descubrió el aspartame por casualidad, ya que en esa época trabajaba en una investigación con aminoácidos para desarrollar un nuevo tratamiento contra las úlceras. No imaginó que sería el primero en probar una sustancia 200 veces más dulce que el propio azúcar y que sería utilizado en numerosos productos bajos en calorías.

Asimismo, se transformó en un ingrediente muy valorado por las personas que padecen diabetes porque permitió que consumieran alimentos y bebidas dulces sin ningún riesgo, al menos así se creyó durante más de tres décadas. Sorprendentemente, se necesita sólo una pequeña cantidad de aspartame para obtener la suficiente dulzura de cualquier alimento.

Nada de azúcar

El aspartame es el resultado de dos aminoácidos o componentes ricos en proteínas, que son el ácido aspártico y la fenilalanina. Estos bloques productores se obtienen en todos los alimentos que producen proteínas como los granos y las carnes, por lo que el cuerpo humano lo asimila de la misma manera que lo hace con los alimentos proteicos.

Hasta ahora parecía irle bien al aspartame. Se sometió a numerosas pruebas para comprobar su eficacia, y se aplicaron procesos de farmacología y toxicología utilizando el producto en animales para descartar cualquier riesgo. También se realizaron estudios con seres humanos normales, adultos y niños, así como en personas diabéticas, obesas y mujeres en proceso de lactancia.

En 1981 la Administración de Drogas y Alimentos de los Estados Unidos (FDA) aprobó el aspartame para utilizarse como edulcorante de mesa en alimentos y bebidas y, de hecho, era el primero en ser concedido por la FDA en más de 25 años. Para 1983 se permitió su uso en bebidas carbonatadas, gelatinas y gomas de mascar y, a partir de 1996, se autorizó en cualquier bebida o alimento.

La culpa es del aspartame

Existen medicamentos que curan algunas dolencias, pero ¿es posible que una sustancia sea la culpable de todas las enfermedades? A finales de la década de los 90, un mensaje enviado por correo electrónico hizo temblar hasta al más escéptico: "Si están usando aspartame y tienen síntomas de fibromialgia, espasmos, dolores agudos, adormecimiento en las piernas, calambres, vértigo, mareos, dolores de cabeza, ‘tinnitus’, dolores en las coyunturas, depresión, ataques de ansiedad, problemas al hablar, visión borrosa o pérdida de memoria, probablemente pueden tener la enfermedad del aspartame”.

Nancy Markle es la autora de este mensaje, a quien por cierto no se le ha comprobado ninguna profesión, y a partir de entonces comenzaron las dudas alrededor del aspartame. Markle asegura en esta carta que la sustancia “cambia la química del cerebro. Esta es la razón de los ataques severos. Esta droga altera el nivel de dopamina del cerebro” y hace fuertes aseveraciones acerca de las consecuencias de utilizar el edulcorante en alimentos y bebidas.

Recientemente, La fundación italiana Ramazzini realizó una investigación con ratones de laboratorio y sostiene que el aspartame podría aumentar el riesgo de padecer cáncer. Sin embargo, el comité de evaluación de la FDA expresa que los resultados exponen “conclusiones histopatológicas cuestionables y la utilización de una nomenclatura inusual para describir los tumores”; además, la cantidad de sustancia administrada a estos animales equivale a 2000 latas de refrescos diarios, lo que resulta desproporcionado y subjetivo.

Aún no existen estudios certeros suficientes para comprobar que el aspartame es causante de diversas enfermedades y, por tanto, no existe ningún decreto legal para prohibir su consumo. No obstante, la ola de rumores sobre la sustancia ha despertado el interés de la opinión pública y hasta que no se establezcan conclusiones científicas fidedignas y comprobables, el aspartame dará de qué hablar.

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